Cuando los niños o jóvenes le expresan a sus padres “estoy aburrido” parece ser que es una expresión negativa
Colocando a los padres en la obligación de impedir que se sientan así, porque se asume el aburrimiento como un problema propio. Sin embargo, más bien se debe de crear el espacio para que se aburran porque de ese modo, se favorece la creatividad y el aprendizaje, así como su autonomía y la capacidad de tomar decisiones por sí mismos. El aburrimiento es positivo y debe ser reconocido como una emoción humana que puede ser central para el aprendizaje y la creatividad. El aburrimiento, debe ser entendido como tiempo libre, sin ninguna actividad preestablecida.
Muchas veces los adultos se sienten responsables de organizarles una agenda formativa y de ocio a los hijos y se sienten mal si tienen un minuto libre en el que puedan aburrirse. Pero no se dan cuenta de que el aburrimiento en los niños también es algo muy necesario para que ellos crean y piensen en “¿cómo resolver ese problema?”.
¿En qué se relaciona el aburrimiento con la creatividad y el aprendizaje?
El niño en general se aburre cuando carece de actividades preestablecidas, y este es el mejor estímulo para pensar en cosas que hacer, es decir, para que cree sus propias motivaciones. Esto les da paso a automotivarse, pensar, crear, idear. Cuando los niños carecen de tiempo para aburrirse y automotivarse, se reduce la capacidad creativa y, hasta cierto punto, la exploración natural y la curiosidad.
La imaginación y la fantasía en riesgo, esta necesidad de aburrirse consiste, en realidad, en la necesidad de tener verdadero tiempo libre, de que no todos sus momentos tengan actividades planificadas de antemano. Si el niño no tiene ese tiempo libre se reduce la capacidad para la imaginación, la fantasía y la simbolización. Cuanto mayor es el tiempo que los niños realizan actividades muy estructuradas, sus funciones ejecutivas, es decir, su autonomía y su capacidad de resolver problemas por sí mismos, son menores y viceversa, a mayor cantidad de actividades poco estructuradas, estas funciones ejecutivas son mejores. Por esto, es fundamental que los niños tengan todos los días un lapso de tiempo libre, durante el cual puedan aburrirse un poco, pero en el que terminarán decidiendo qué hacer y cómo han de aprovecharlo.
Una de las consecuencias de planificar actividades para todo el tiempo de los niños y no dejarles verdadero tiempo libre, es la sobreestimulación a la que resultan expuestos, una sobreestimulación que se incrementa a través del uso de dispositivos con pantallas electrónicas como tabletas, teléfonos móviles, ordenadores, videojuegos o televisión. El entrenamiento en tareas demasiado complejas, antes de que el sistema cognitivo esté preparado para llevarlas a cabo, puede producir deficiencias permanentes en la capacidad de aprendizaje a lo largo de la vida. Los riesgos, en consecuencia, van más allá de reducir las capacidades creativas y de abstracción de los niños.
Dejar que los niños resuelvan por sí solos el “problema” del aburrimiento, procurar que dispongan todos los días de tiempo libre, sin actividades programadas ni que se rellenen con pantallas o con tareas impuestas por los adultos, incentivarlos. Así, el aburrimiento durará cada vez menos y el propio niño descubrirá la interminable cantidad de formas en que se puede disfrutar del tiempo libre.
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