El temor que tenía de reportar a adultos dentro del centro educativo se notaba, ya una vez lo había sugerido a uno de sus profesores de confianza y este le había hecho sentir cuestionado al decirle la frase “ es parte de la adolescencia, no les hagas caso”
La historia que a continuación se narra está basado en hechos de la vida real, los datos como algunas situaciones han sido modificadas para salvaguardar la identidad de los involucrados.
Después de visitar doctores de diversas especialidades, de hacer muchas pruebas clínicas y de laboratorio, luego de meses de ingerir medicamentos para muchos posibles padecimientos, la familia de Ernesto se sentía más y más angustiada al no comprender de dónde provenían todos los dolores de cabeza que se reportaban y que le impedía asistir al colegio.
En una de las citas con el neurólogo, y al no encontrar razones fisiológicas que sugirieran una razón aparente del fuerte dolor, el médico sugirió la atención desde el área emocional.
Fue entonces que conocí a Ernesto.
La familia había conversando sobre su preocupación, ya para ese momento tenía casi tres meses de no poder ir a clases. La dinámica que se presentaba cada mañana era que él se levantaba, se alistaba y se iba en la buseta, hasta que en algún momento el celular de alguno de sus padres sonaba.
Al otro lado de la línea un personero del colegio le sugería que fuera a recogerlo, porque su hijo reporta sentirse tan mal que no podía permanecer así mucho tiempo más.
Dolores de cabeza cada vez más fuertes se presentaban, nauseas, dolor de estómago, y se repetía cada vez más seguido, hasta que los días fueron pasando y pasando y ya del todo ni intentos se hacia de ir al cole.
Cuando conversamos la primera vez, se observaba decaído, se veía enfermo…
Recuerdo que luego de conversar con sus papás, conversé a solas con él. Sin rodeos le pregunté: ¿Te hacen Bullying en el cole?
Él levantó la cara, los ojos le brillaban y me contestó con un “SÍ” que le salió del alma. De inmediato unas lágrimas brotaron por sus mejillas y seguido me contó las situaciones que había vivido meses atrás.
Todo su relato, concordaba con la dinámica del fenómeno del Bullying. El abusivo estaba claramente identificado, con sus respectivos seguidores, la victimización de él, era muy clara.
El temor que tenía de reportar a adultos dentro del centro educativo se notaba, ya una vez lo había sugerido a uno de sus profesores de confianza y este le había hecho sentir cuestionado al decirle la frase “ es parte de la adolescencia, no les hagas caso”
Ese mismo, día luego de que me contó, le pregunté si sus papás sabían, la respuesta fue no.
La sesión se hizo un poco más larga de lo usual, pero lo motivé a contarles a sus padres lo que ocurría. Él mismo lo hizo. Comenzó a contarles como se sentía traicionado por los que él consideraba sus amigos, desde preescolar los conocía y no entendía porque razones lo trataban de esa forma.
La familia le apoyó de forma inmediata y arrancamos a trabajar con Ernesto, su sentir, la dinámica, lo que él merecía. A lo largo del proceso, la familia le apoyó de manera absoluta, se tomaron decisiones que no fueron sencillas buscando la seguridad, la integralidad y sobre todo la felicidad de Ernesto. Por meses, y con trabajo arduo de su parte y de la familia se fueron evidenciando los resultados.
Meses más tarde ingresó de nuevo al colegio, esta vez la experiencia fue otra. En este nuevo empezar sus notas eran extraordinarias, pasó de sentirse mal o sentirse admirado por sus compañeros y amigos, tenía muchos amigos y amigas.
Su capacidad empática, a partir de lo que le había ocurrido, le permitió identificar situaciones que podían poner en riesgo a sus ahora compañeros y reportó a sus profesores con la frente en alto y entendiendo que si otros hubieran hecho eso por él, la historia podría haber sido diferente.
Luego se inscribió en una disciplina deportiva que le permitió desarrollar su autoconfianza y demostrarse así mismo todo lo bueno que hay en él.
Hoy Ernesto está a punto de terminar su secundaria, luego de muchas sesiones de trabajo duras, se descubrió, comprendió que su familia le apoya y que aquellos dolores de cabeza eran solo una forma de expresar todo el dolor y sufrimiento que experimentaba mientras era víctima.
La última vez que lo ví fue de manera casual en un centro comercial y recuerdo que luego de saludarme con una gran sonrisa me dijo: “sabes algo? Ahora paso en frente del colegio donde estaba y ya no me duele el estómago.
Escuchemos, más allá de las palabras y apoyemos a los niños y jóvenes, ellos nos necesitan.
Alejandra Rojas – Psicóloga One to One
ale@onetoone.cr
Tel: 2236-6360
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