Evaluando el año lectivo
Llegando al final de este año tan atípico como lo es el 2020 ¿qué pasará el próximo año, mi trabajo, el curso lectivo de los chicos?
Llegando al final de este año tan atípico como lo es el 2020 ¿qué pasará el próximo año, mi trabajo, el curso lectivo de los chicos?
El tema de la separación o divorcio de los padres, es en definitiva una situación que afecta a muchos niños y adolescentes.
¿Qué vamos a hacer?, ¿vamos a ir a algún lado?, ¿nos vamos a quedar todas las vacaciones en casa? O las expresiones “que aburrido”, “ya no quiero estar en casa”, “quiero salir”, entre otras expresiones o preguntas que abruman a los padres de familia y más si estos siguen con teletrabajo.
Pero estas vacaciones ¡serán diferentes! Así es como hay que presentárselas a los chicos e idear estrategias (si, más de las que hemos ideado en todo este tiempo en casa) pero esta vez no se incluirían tareas ni clases virtuales, si no, estructurar el tiempo libre. Aunque suene extraño, pero en vacaciones también debería de existir y mantener una rutina. Claro que puede ser más flexible, pero sí que los chicos y jóvenes tengan prioridades y actividades establecidas durante el día a día. Es importante tener una buena comunicación con los hijos, explicarles, hacerles ver la situación actual y poder llegar a acuerdos entre toda la familia, poder compartir de un tiempo sano y aprovecharlo al máximo.
La flexibilidad es importante para mantener la organización que tenemos dentro del núcleo familiar también en vacaciones, y que exista cierta continuidad en las obligaciones de los hijos. En periodos de tiempo libre podemos relajarnos un poco y aumentar la flexibilidad de nuestras exigencias, como por ejemplo con pequeños cambios en los horarios de comida, o permitirles irse a la cama un poco más tarde.
Las vacaciones son consideradas como un escape, una oportunidad para alejarse de las responsabilidades y obligaciones laborales para los adultos y obligaciones académicas para los hijos, pero ¿cómo disfrutar de estas vacaciones en medio de la pandemia mundial por el Covid-19?.
Las vacaciones en casa sirven para poder disfrutar en familia del espacio en donde siempre estamos compartiendo. No hay nada como la sensación de saber que no tendrás que levantarte temprano al día siguiente para ir a trabajar o que puedes levantarte y trabajar desde casa sin la tensión de estar pendiente de las clases virtuales de los hijos. Pero para muchos, las vacaciones representan momentos de tensión al pensar que los planes de marcharse fuera se han visto frustrados por culpa de un imprevisto del cual no tenemos el control. Esto puede causar frustración y hasta puede afectar el disfrute del merecido tiempo de descanso.
Las vacaciones no tienen que ser sinónimo de salir de casa e ir a un lugar diferente, sea cerca de una playa, un río o un lago. Si bien es muy confortante, no es indispensable irse fuera para poder aprovechar este tiempo de ocio.
El objetivo es llegar a acuerdos que no desestabilicen el núcleo familiar y permitan pasar unas semanas de descanso (para los hijos) y de teletrabajo (para muchos padres) que ayuden a estrechar los lazos entre toda la familia. Mantenernos dentro de nuestra burbuja social y al mismo tiempo disfrutar puede ser posible, la clave es tener una comunicación asertiva y empatía con todos los miembros de la familia.
En estos días de aislamiento social, he podido reflexionar mucho sobre todas esas voces que siempre me hablan en mi cabeza.
Los primeros días de quedarme en casa, he de confesar: ¡lo disfruté! Aproveché para compartir con mi hija tiempo que hace días no había podido por andar corriendo de allá para acá por las obligaciones laborales; mi esposo estaba feliz de nuevo comía comida preparada por mí, y ese closet que tenía pendiente de arreglar hace meses, ya estaba arreglado. Bien, los primeros días todo estaba bien.
Cuando se recibe la noticia de parte del centro educativo “se suspenden lecciones”, viene consigo las preguntas de “¿y ahora qué hacemos?, ¿Quién los va a cuidar?, ¿con que se van a entretener?”. Muchos padres de familia podrían pensar en la “locura” que trae estar todos en casa en estos días de prevención y cuidado. Más aún si los padres deben de continuar con su trabajo desde casa, ya que esto significa no poder dedicarle tiempo completo a los hijos en casa, pero estar pendiente de todo, los hijos, la comida, la casa, el trabajo, y demás actividades diarias dentro de casa.
Es por esto, que le brindamos una serie de recomendaciones para que estos días de tanto ajetreo en casa no se vuelvan un estrés, sino más bien, un tiempo de compartir todos pero en diferentes actividades cada uno.
Cada vez que tengo la posibilidad de hablar con otras mujeres que han decidido ser madres igual que yo, terminamos hablando de las miles de culpas que nos agobian.
Ser mamá es un papel muy demandante y agotador. Recuerdo una oportunidad donde en mis primeros meses de gestación le pregunté al doctor: ¿doctor cuándo voy a sentir a mi bebé? El con una sonrisa en la cara me dijo: una vez que lo sientas no lo vas a dejar de sentir jamás.
Ahora, años más tarde, entiendo con claridad las sabias palabras del doctor. Y es que los hijos se sienten todos los días, 24/7. Yo quería sentir sus movimientos en mi vientre, y él con claridad total del proceso, lo que me quiso decir fue: “prepárese que esta montaña rusa apenas arranca”.
Si es cierto, como mamá amo a mi hija, pero a veces solo a veces quiero desaparecer y trato de pensar en aquellos tiempos donde no cargaba tanta responsabilidad sobre mí.
Recuerdo aquellas noche de soltería, donde sentada en mi cama, pensaba ¿qué iba a hacer con tanto tiempo libre?… ¡ah tiempos aquellos!, ¡ahora no me alcanza el día!
Recuerdo que la primera culpa horrible que sentí fue el día que pensé que mi hija se había muerto; ella estaba profundamente dormida… claro yo con toda esa información de la muerte súbita, la vi quieta y pensé en lo peor… Ese día casi mato a mi esposo del susto. Imagínense a esta mujer post parto con las emociones en el piso pegar gritos diciendo que la bebé de días estaba muerta.
Luego la lactancia, ¿quién te dice como madre que la lactancia es taaaan complicada? Que si sale poca leche, que coma avena para que sea más nutritiva, que tome mucha agua, que no coma esto porque dan cólicos o aquello para que no desarrolle alergias y todo eso para que al final, se pegue a la teta y se duerma en cinco minutos… y de nuevo va la culpa, porque yo en el ideal de buena madre quería que solo tomara leche materna.
Las primeras idas al pediatra fueron terribles para mí. Cada cita era escena de llanto. Mi hija siempre estuvo por debajo de la curva. Léase y entiéndase: mala madre, no alimenta bien a su hija.
Pero bueno, todo tiene que pasar ¿cierto?
Pasaron los meses y con ellos la resignación de que hay momentos en que nada de lo que hagas por más buena intención da resultado.
Hora de regresar al trabajo:
Una vez que me estaba recuperando del dolor de los primeros meses, el tema de la lactancia, mis dolores corporales y que las hormonas se controlaran, llegó el momento: ese que no queremos que llegue, regresar a trabajar.
¿Qué les cuento? Comencé a llorar quince días antes…
Cada vez que veía a mi nena acostada en su cunita tranquila, yo lloraba y aún no salía a trabajar!
Me incorporé poco a poco a la dinámica de mis trabajos. ¡Sí!
Trabajos, porque tenía dos: uno de 7:00 am a 3:00 pm y otro de 4:00 pm a 8:00 pm; así solo porque me gustaba mucho trabajar, o quizás, porque pensándolo bien… fue una de las respuestas a mi disertación de soltera sobre qué hacer con tanto tiempo libre.
Siguiente culpa por favor…
Entré a trabajar y fue terrible, me sentía liberada porque tenía espacio para mí. Y a la vez culpable por esa sensación de no ser solo madre, sino no también profesional.
Bueno, la culpa fue ta,l que renuncié a uno de mis trabajos… necesitaba ser mamá y no ser juzgada por otras mujeres que creían que trabaja mucho y que los niños crecen y ocupan a su mamá.
Puedo seguir enumerando muchas más culpas que he depositado en mi saco: cuando entró al Kínder, y se quedaba llorando, cuando traía la comida entera en la lonchera, cuando la cambié de escuela y decía que tenía miedo porque no conocía a nadie.
Y ¿por qué escribo esto?
Porque estoy segura que usted, así como yo, siente mucha culpa. Culpa por lo que hizo, por lo que dejé de hacer, por lo que pensó y no compartió.
Culpa por lo que piensan sus amigas, familias y vecinos, por aquello que siente en su corazón y le da miedo expresar por temor al qué dirán.
Culpa por trabajar tanto y regresar a la casa a estudiar de noche, culpa por dedicarse solo a los hijos y no aportar económicamente: culpa, culpa y más culpa!
Nos gusta tanto que a veces le agregamos miedo, la combinación perfecta ¿no creen?
Pero es hora de la verdad, culpables o no nuestro rol es un rol maravilloso, escuchar la palabra “mamá” nos hace olvidar, perdonar y sobre todo nos lleva a inventarnos y re inventarnos para poder dar lo mejor de nosotras a esos hermosos ojos que nos miran y nos siguen en su andar.
El ser mamá me ha enseñado que el miedo y la culpa serán mis mascotas para siempre y que depende de mí si les permito dominarme o soy yo quien los domina.
He llegado a la conclusión de que la culpa, no es más que un accesorio que viene en el regalo y como parte de él hay que disfrutarlo.
Así que no niegues más la culpa, vívela, abrázala y sigue adelante, te hace más fuerte, más resistente a las batallas que están por venir. Sabias palabras dice mi mamá: “hijos pequeños, problemas pequeños; hijos grandes, problemas grandes”.
Si la respuesta es sí, entonces te comparto algunos trucos que uso para sobrellevar la culpa y los miedos, a mí me han funcionado:
Y sobre todo, recuerda lo maravillosa que te sientes al dar y ser tu mejor versión todos los días y que a pesar de esto, de adultos, nuestros hijos van a decir: “la culpa de todo esto lo tiene mi madre”.
Alejandra Rojas, Mamá y psicóloga de profesión.
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